MIS RELATOS CORTOS
David Campos Sacedón

Estrella Fugaz (I)

Estrella fugaz (Parte 1)


La vida es como una ruleta, o al menos, eso dicen. Cierto es, que a veces sin quererlo, pensamos que estamos tocando el cielo y al día siguiente rozando el infierno” , dijo el muchacho a su novia. Ella le correspondió con una sonrisa y un beso en la mejilla.

Bajo la luz de la luna y las estrellas, la pareja se abrigaba con el calor de sus cuerpos tumbados sobre la fina hierba de aquel escondido lugar de la ciudad.
"¡Mira, una estrella fugaz!” , gritó ella. Él le cerró los ojos y le respondió, “pide un deseo…”, y el silencio duró unos segundos. Se miraron a los ojos durante una eternidad, él acarició su cara hasta llegar a la comisura de los labios y le susurró cuánto la quería.

Allí, en aquel apartado lugar, Toni y Teresa pasaban gran parte de las pocas horas que podían compartir juntos, era su secreto. Incluso entre risas y bromas se decían que en ese rincón celebrarían su boda. 

Entre sudores se despertó Toni. Ese sueño se repetía noche tras noche. En medio de la oscuridad el muchacho consiguió alargar su brazo y encender la pequeña lámpara que acompañaba su mesita, observó el calendario que tenía en frente y cogiendo un pequeño lápiz cercano tachó un día más de aquel frío mes de Noviembre. “Dos meses y seis días…” , se dijo a sí mismo. 

Al final de aquel verano a Teresa le llegó la oportunidad de trabajar en lo que siempre había deseado, y esa oportunidad vino del extranjero. Fue una decisión dura pero ambos sabían que ella no podía rechazarla.

Toni y Teresa llevaban varios años juntos, parecían estar hechos el uno para el otro, incluso a veces los confundían como hermanos. 

El día previo a la marcha de Teresa, Toni le preparó una pequeña sorpresa. Aquel día fue entero para ellos dos, y por supuesto, la noche terminó en aquel apartado lugar tan especial. Allí, Toni cogió la mano de Teresa y le dijo, “Cariño, ¿sabes una cosa?, tengo miedo al día que me muera por si no te vuelvo a ver…”. Ella lo abrazó fuertemente mientras que sus ojos se empapaban de lágrimas y le susurró al oído, “Tranquilo, que ni eso podrá con nosotros…”.

Continuará...


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