Estrella Fugaz (II)
Estrella Fugaz (Parte 2)
Los días eran años para Toni. No es lo mismo una postal o una carta que verla cara a cara. Un año les separaba antes de volver a encontrarse y la verdad, se estaba haciendo más duro de lo que él mismo podría haberse imaginado. Es difícil soportar que pasen las horas sin alicientes, que tengas la sensación de no tener ilusión por casi nada cuando todo lo ocupa ella.
Las semanas pasaban y poco a poco los meses se iban acumulando. Las cartas eran guardadas como reliquias y las conversaciones por teléfono eran pequeños vasos de agua en el desierto.
Por aquellas tierras lejanas, Teresa llevaba una vida normal, cumpliendo el sueño que tanto había estado esperando y los meses también le resultaron difíciles sin Toni, aunque la novedad aquel nuevo lugar y un proyecto por realizar, le hicieron más amena la estancia.
Con el paso del tiempo, el muchacho pudo saborear la sensación de la soledad. La familia y sus amigos eran el sustento real de su rutinaria vida, incluso en compañía de ellos, Toní parecía ausente, distante, triste. Para olvidarse de ello solía recordar cada escena compartida con Teresa, cada centímetro de su piel, tantos momentos. Pero Toni tuvo suerte; tuvo la suerte de estar acompañado y querido por mucha gente, por unos padres constantes e increíbles y unos amigos insustituibles, los cuales, hicieron que se sintiera vivo. Él, poco a poco, se dio cuenta y luchó también por todos ellos, por demostrarles que también los quería y haría lo posible para que no sufrieran.
“El tiempo y el olvido son hermanos gemelos…” le dijo Carmen a Teresa, mientras compartían un caliente café en el centro de la ciudad. A pesar de la calidez del establecimiento y de aquella infusión, las manos de Teresa no cesaban de temblar, su mirada estaba perdida entre aquellos empañados cristales, mientras su amiga seguía hablando e intentando explicar de la forma más racional posible los sentimientos tan encontrados que últimamente estaba experimentando su amiga. En ese mismo instante, Teresa soltó aquella suave tacita y sin mediar palabra, recogió su abrigo y salió de aquel viejo café con la cara desdibujada, por la mezcla de sus lágrimas y el suave maquillaje que acompañaban sus cansados ojos.
La noche caía y Toni contemplaba las estrellas a través de la ventana de su cuarto. La noche era plácida y agradable, lo que hacía recordarle la sonrisa de su novia cuando se aconsejaban pedir deseos por las estrellas fugaces dibujadas en el cielo. Viviendo aquellas sensaciones, Toni supo que debía sobrevivir, debía seguir respirando, que no podía seguir cayendo por aquel abismo de soledad y angustia por la ausencia de Teresa… y Toni siguió respirando y sintiéndose vivo.
Aquella noche fue diferente, puesto que después de diez meses separados, el muchacho pudo descansar tranquilo y sin despertarse en medio de la noche, con aquella sensación de tristeza y amargura…
Continuará...