MIS RELATOS CORTOS
David Campos Sacedón

Estrella Fugaz (IV)

Estrella Fugaz (Parte 4)

Aquellos abrumadores pensamientos se vieron truncados cuando el muchacho notó posarse una mano sobre su frente y la realidad volvió a hacerse patente. Antonio, el portero, fue el que se lo encontró arrojado en el portal y corrió en su ayuda. Sin saber cómo, al final pudo hacer que se levantara. Toni, en un momento de lucidez, intentó disimular lo ocurrido y le dijo que le dio un pequeño mareo y así poder marcharse lo antes posible por miedo a que las fuerzas le abandonaran totalmente. Antonio lo acompañó hasta la entrada y le volvió a preguntar cómo se sentía. Toni le agradeció como pudo aquel gesto y se despidió sin ganas, entró en casa donde parecía que no había nadie, como pudo llegó a su cuarto y entre mareos consiguió sentarse en la cama. Apagó la luz del cuarto y se tumbó como cuando es derruido un edificio en ruinas, cerró los ojos, los cuales ya no poseían lágrimas en su interior y aquellos pensamientos volvieron a flotar en su mente. Toni quería despertar de aquella pesadilla y volver a la realidad para tachar un día más en su particular calendario. 

El sonido de las sirenas lejanas lo despertaron. Tal que un anciano enfermo, consiguió incorporarse. No sabía exactamente qué había pasado y entre destellos en su cabeza comenzó a recordar. Sin decir nada salió al portal y cerró la puerta, se agarró de la barandilla de la escalera, notó la presión de sus pies contra los escalones al ir descendiendo poco a poco por ellos, analizó cada una de las paredes que lo rodeaban, cada portal, cada detalle como si fuera despidiéndose de cada uno de ellos. Rozó el pomo frío de la puerta de entrada al edificio y la abrió para salir a la calle, giró a ambos lados su mirada sin encontrarse con nadie en su camino alzó la vista al cielo e inició su paso perdido. Una pequeña melodía surgió en su mente mientras seguía escrutando cualquier detalle que se cruzaba; trayecto que recorría día tras día y que parecía que justo ahora contemplara con más detenimiento. Se paró en la pastelería que tantas tardes compartieron él y Teresa para hacerle un pequeño guiño al lugar. Su paseo siguió por el gran árbol de aquel parque apartado que siempre elegían para disfrutar del sol, por el portal de la familia de ella, testigo de tantísimos besos y susurros. Intentó disfrutar de los recovecos de las callejuelas de la ciudad, de su olor, de imágenes del pasado...

Con tranquilidad y sosiego, Toni llegó al lugar más especial para ellos, donde las promesas aún seguían percibiéndose. Allí, bajo la noche estrellada el muchacho se sentó y dio rienda suelta a las lágrimas más profundas de su ser y a dejarse llevar por el amargor del desamor y la soledad más funesta.

El reloj no cesaba su curso; se limpió los ojos y observó el resplandor de la estela de una estrella fugaz, aunque esta vez ya no volvió a pedir ningún deseo y apartó la mirada hacia la ciudad. Se levantó y volvió a casa, pero justo antes de abandonar el lugar se giró y contempló ese pequeño espacio que tenia impregnado el olor a recuerdos, se agachó, cogió un puñado de tierra del camino y lo arrojó justo donde él y Teresa se tumbaban a compartirse, tiempo atrás…

Continuará...




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