MIS RELATOS CORTOS
David Campos Sacedón

Vosotros sois yo

Vosotros sois yo

https://www.youtube.com/watch?v=pQPbgjeYyWI

 

“Ya no hay nada tras su rastro, ya no queda nada, sólo recuerdos”

Me acerqué lentamente en medio de la oscuridad, en medio de la nada a un espejo enorme, un espejo que colgado de ningún lugar, en el que era imposible saber cómo y por qué estaba ahí. Mis manos acartonadas y blanquecinas parecían más delgadas en su reflejo, “cómo pasa la vida”, susurré; comencé a examinar con minuciosidad, después de muchos años, mi rostro, el cual se configuraba por decenas de grandes y pequeñas arrugas, barba blanquecina y aunque el brillo de mis ojos era el mismo, cierto es que la mirada era triste y apagada. Elevé una de mis manos para rozar mi mejilla, áspera y seca, pasear la punta de mis dedos por mis labios agrietados, apenas un resquicio de mis dientes se entreveían por el temblor de mi mano, advirtiendo que una pareja de venas escalaban por mis sienes para perderse entre el escaso pelo que aún conservaba. Regresé mi mano a la comisura de mis labios, los cuales conformaban una compungida forma y los estiré para trazar una nueva línea hasta parecer que sonreía de nuevo. Finalmente los liberé y usando la pinza de ambas manos me pose en los extremos de mis párpados, para igualmente alargar y tensarlos, simulando una luminosa mirada. Increíblemente pude captar por un segundo el rostro joven que un día tuve, hasta que los solté y todo volvió a ese punto gris y afligido.

Un haz de luz se reflejó en el espejo, haciendo que me girase para detectar qué podría ser, aunque la nada era lo que encontré, más y sólo más oscuridad. Giré de nuevo mi cabeza e hipnotizado por lo que contemplé me dejé arrastrar por la tibia sensación que nació en mi interior…

Una anciana mujer emergió de la oscuridad sonriéndome con cariño, aproximándose y posando su mano en mi hombro. Yo sabía quién era y no pude retener las lágrimas de mi interior, pero en el reflejo mis estrías comenzaron a fusionarse como cuando las fichas de un dominó caen una tras otra sin cesar. Sin tiempo para comprender, surgieron más hombres y mujeres que colocaron las manos en mi espalda, generando con cada una de ellas que mi pelo brotase con más fuerza, que mis labios se llenaran de vida, las venas se sumergieran en mi interior, las arrugas se diluyeran como gotas de agua en el mar y una luz en intensidad creciente fue aumentando tras de mí. Todos esos rostros conocidos me sonreían, transmitiéndome un aura cálida indescriptible. Froté mis ojos una y otra vez, pero no, no me estaba equivocando, la silueta que tenía ante mí, el semblante y la faz que distinguí eran yo mismo hacía muchos años. Años y años atrás cuando todas aquellas personas me rodeaban e introdujeron en mi interior la llave que hacía que mi cuerpo funcionase cada día, la energía que me sujetó ante la adversidad, que me elevó en los malos momentos, que me arropó ante las tempestades, que me abrazó en el frío invierno, me susurró en sueños, me cuidó cuando menos lo pensaba, pensó en mí cuando yo estaba solo, creyó en mi cuando nadie más lo hizo, me sonreía cuando lloraba, me valoró, me acompañó, y lo más importante, todos ellos hicieron que yo, tal como soy, tal como era, fuese posible.

Apreté fuerte mis párpados y al abrirlos aún todos seguían ahí, sonriéndome y el halo de luz que los rodeaba emprendió un pálpito incesante, hasta que todos y cada uno de ellos se unificaron en una sola persona idéntica a mí, centelleante y radiante; de forma gradual se introdujo en mi interior, pudiendo captar en cada milímetro de mi piel a cada uno de ellos…

 

Gracias…

 

David Campos

 

 

 

 

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